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Treinta y cinco años después hemos vuelto. ¡¡Somos de Primera!! Va por ti, papá...

El sábado también mereció la pena mirar hacia atrás y recordar a tanta gente que soñó con este momento. El cronista recordó a su padre. Con él aprendí a querer al Granada. Con él sentí algo especial por estos colores, los mismos que los del Atleti, aunque cambie la disposición de las franjas. Él me enseñó a ser como soy. El sábado me acordé de ti papá. Como se acordaron Javi, Paco y Juan. Te echamos de menos y nos habría gustado abrazarte para celebrar este mítico ascenso. El abrazo lo dimos al Cielo, ese orbe estrellado desde donde te vimos sonreir por esta gloria en rojiblanco granadinista. Treinta y cinco años después hemos vuelto. ¡¡¡Somos de Primera!!! Va por ti papá.

Hace 12 años por granadinistasoy
Himno histórico del 'histórico' Granada que 35 años después retorna a la élite. ¡¡Somos de Primera!!

Cuando la tristeza empapa el folio se hace tan cuesta arriba escribir... Son tantos los desengaños, tantas las frustraciones de última hora, tantos los infortunios, que uno no acaba de acostumbrarse a esta burla del destino porque.... ¡Coño, que no, que el Granada ha ascendido, que está en Primera, que no es un sueño, que ha sobrevivido al infierno ilicitano, que acaba de escribir la página más importante de su historia en los últimos 35 años! ¡¡¡Que sí, joder, que hemos ascendido!!! ¡¡Que somos de Primera!!

Lo confieso, uno presume de conservarse bien pero ya tiene unos años y le ha dado tiempo a ver con sus ojos algunas de esas insólitas cabriolas del azar que dejan al granadino perplejo por no decir con cara de tonto o algo peor. Una Sierra a la que se le cae el apellido de Nevada en el momento más inoportuno y deben atrasarse los Mundiales de esquí alpino un año, ese 'Papamovil' que se avería y convierte en vehículo santo una vetusta 'alsina', la lluvia que fastidia la Passio Granatensis que sale a la calle cada cien años, etc, etc, etc. Son tantas las desventuras que salen a borbotones de las hemerotecas, pero hoy no toca hacer recuento de calamidades y sí glosa de momentos felices como los que traen a Granada en una fista continua desde que el catalán Miranda Torres pegó el silbatazo que llevaba a los nazaritas a la gloria del Olimpo, ¡¡¡a Primera!!!

La gesta del Martínez Valero lo cubrirá todo con su manto de euforia pero este ascenso ha costado un potosí y casi un infarto. El mal rato que nos dieron los buenos de Dani Benítez y Abel Gómez con sus reiterados fallos desde los once metros también quedan para la historia al igual que este meritorio ascenso después de venir desde Segunda B. Sí, queridos lectores, ¿o acaso no recuerdan que el año pasado al igual que hoy este cronista celebra el ascenso a Primera entonces celebraba y les narraba el de Segunda tras 23 años sin conocer el fútbol profesional en esta bendita tiera? Lo que ha hecho este equipo tiene mucho mérito y quedará grabado en los anales de la hitoria granadinista e incluso en la del fútbol patrio, como quedarán grabados en los corazones rojiblancos los nervios, el sufrimiento y la alegría desmedida de este ascenso.

El sábado no hubo penaltis fallados pero el sufrimiento de los últimos minutos rozó lo insoportable. El Granada manejó el encuentro con soltura hasta el empate ilicitano. Maticemos. Con la soltura admisible para un encuentro a vida o muerte celebrado en un estadio a rebosar y bajo los gritos en contra de casi 40.000 gargantas hostiles. Pese a todo los chicos de Fabri supieron imponer su calidad y se llevaron el gato del ascenso al agua. Fueron mejores en la eliminatoria y son los que en justicia merecían ascender, aunque a los ilicitanos les duela leer esta línea. Es la pura verdad y no está contaminada por el granadinismo del cronista del que se enorgullece. Colores aparte el fútbol lo puso el Granada y esta vez el fútbol hizo justicia y premió a quien más y mejor jugó y no a quien racaneó el esférico. Hace semanas pasó lo mismo en ciertas semifinales de Champions, pero eso es harina de otro costal.

Los rojiblancos supieron sujetar los primeros avances del conjunto local, animoso como se esperaba, y mediado el primer tiempo se aposentó en el centro del campo sin dejar que el Elche apenas lo arañase desde lejos. Nada que no terminase en las garras de Roberto, el gato rosa, o en las cabezas inconmensurables de Íñigo López y Diego Mainz. Por si no le bastaba con imponer su consistencia defensiva, cada vez que Abel o Mikel Rico, pero sobre todo Orellana o Benítez agarraban la bola, el Martínez Valero temblaba como un flan.
Y así llegó el golazo de Ighalo. Ese que incluso a los más despistados les ha dado tiempo a ver treinta y seis veces y desde todos lo ángulos. La cámara lenta no es necesaria. Ya la pone el nigeriano por su cuenta y riesgo. Una acción con marchamo de gol desde el magistral pase que en los pies de Ighalo estuvo más fuera que dentro, igual que el maltratado corazón rojiblanco. Pero entró. Gol. Qué digo gol, ¡¡¡¡golazo!!!! Justicia futbolera para un equipo que se hartó de fallar ocasiones (y penaltis) en Los Cármenes.

Cuando recuerdo que los de Bordalás (qué decepción con este entrenador, Dios mío, que forma de caer en el ridículo y el esperpento al no saber encajar el golpe con deportividad) empataron en el minuto 80 y que desde ese momento hasta el pitido final transcurrió apenas un cuarto de hora, no doy crédito. Del gol de Xumetra al celestial silbatazo de Miranda Torres transcurrió tiempo suficiente para desmontar la Alhambra piedra a piedra y colocarla al lado del Ferial que se inaugurará esta noche, porque , amigos, hasta la coincidencia se ha aliado con Granada para que la semana después del ascenso sea por calendario festiva en esta hermosa ciudad. Pero volvamos al 'meollo', a esos quince minutos en los que el reloj no avanzaba. Los corazones agitados de los granadinistas corrían, galopaban, volaban al más puro estilo Usain Bolt, pero las manecillas de sus relojes se detenían. El reloj por fin hacía caso a Lucho Gatica y dejó de marcar las horas. Maldito bolero. El Granada se aculó, aplastado por el enorme peso de la hazaña que estaba a punto de protagonizar. El Elche se vino arriba. La desgracia acosaba en cada lance y la sombra de la decepción se agrandaba como fantasma siniestro. Quien más quien menos se atragantaba con una hipotética cagada. Gol en propia meta, mano tonta de un defensa y penalti, un balón que se escapa de las manos del portero... Cualquier cosa valía para estropear la noche.

Cierto que la historia comenzó a cambiar hace un año en Alcorcón, pero esto era Elche, detrás esperaba la Primera División y la mala suerte apenas deja rendijas. Pero llegó el final y el corte de mangas a la susodicha. Al cabo de dos meses de tiempo añadido, el árbitro sopló fuerte en su silbato y aquello sonó mejor que el Amor Brujo de Falla.La gente se volvió loca y no hacía más que mirar hacia delante, avanzando cómo será ese duelo de Mainz con Cristiano Ronaldo, esas galopadas de Benítez en las barbas de Messi, ese Rico rebañándole el balón a Forlán.

Pero el sábado también mereció la pena mirar hacia atrás y recordar a tanta gente que soñó con este momento. Y, me van a perdonar, queridos lectores, pero las líneas que cierran esta crónica, al igual que el titular que la abre, las dedica este plumilla vocacional a su padre. Con él aprendí a querer al Granada. Con él sentí algo especial por estos colores, los mismos que los del Atleti, aunque cambie la disposición de las franjas. Él me enseñó a ser como soy. El sábado me acordé de ti papá. Como se acordaron Javi, Paco y Juan. Te echamos de menos y nos habría gustado abrazarte para celebrar este mítico ascenso. El abrazo lo dimos al Cielo, ese orbe estrellado desde donde te vimos sonreir por esta gloria en rojiblanco granadinista. Treinta y cinco años después hemos vuelto. ¡¡¡Somos de Primera!!! Va por ti papá.