El 30 de junio de 1998 se enfrentaron en el Mundial de Francia Argentina e Inglaterra, para dirimir la clasificación de uno de ellos a los cuartos de final de la competencia. Más allá de este dato meramente estadístico, este encuentro tuvo la particularidad de haber salvado la vida de un ser humano que, por más increíble que parezca, se hallaba a miles de kilómetros de allí.

Lo cierto es que, al mismo tiempo el fiscal polaco Narek Kopaczen, un habitante de la ciudad de Szdlowiec, se disponía a ver un poco de fútbol antes de llevar a pasear a su perro como todas las noches. Incluso, luego de ello, tenía la costumbre de ir a guardar su auto Toyota Corolla de color verde, a una estación de policía cercana.

Pero esta tradición de su parte no era azarosa, ya que Kopaczen estaba en ese momento a cargo de de la fiscalía en la localidad de Skarzysko-kamienna, y se encontraba persiguiendo a una banda de chantajistas y extorsionadores del lugar, que habían engañado a cientos de personas, quitándoles grandes sumas de dinero.

Como los delincuentes estaban al tanto de las investigaciones llevadas adelante por este fiscal, lo amenazaron por teléfono en varias ocasiones, e incluso algunas semanas ante ya habían atacado a hachazos su propio vehículo, maniobra que justamente determinó que se decidiera a llevarlo cada noche a la comisaría.

Esa noche el plan era el mismo. Mientras cenaba, Kopaczen vio como Argentina se adelantaba con un gol de Gabriel Batistuta de penal, aunque luego Inglaterra dio vuelta el encuentro con anotaciones de Alan Shearer, también de penal, y de Michael Owen, tras culminar una gran jugada personal.


No obstante, cuando el fiscal se disponía a salir de su casa, Javier Zanetti anotó la igualdad definitiva para Argentina, en la finalización de la primera etapa, y atento a la posibilidad de que se jugase una prórroga, el letrado decidió llevar el auto más tarde hacia la seccional.

Lo increíble del caso es que, a los pocos minutos de comenzado el primer tiempo suplementario, Kopaczen y su esposa escucharon un gran estruendo en la puerta de su casa: su auto había explotado. De inmediato, ambos entendieron que se había tratado de un atentado, y que, de no haber convertido ese gol el hasta hoy futbolista del Inter de Milán, su destino habría encontrado un final más prematuro del que tuvo.

Algunos años más tarde, Zanetti se enteró de la situación vivida por intermedio del futbolista profesional Zbigniew Boniek, con quien se había contactado Kopaczen para hacerle llegar una carta en agradecimiento. Esto una vez concluidos los juicios, en los que se dictaminó que la bomba había sido marcada por reloj, y se llegó a encarcelar a los culpables.

?Es increíble que mi gol salvase la vida de una persona, pero la verdad es que yo siempre juego para ganar. Confieso que me gustaría mucho conocer personalmente a la persona que cree que vive gracias a mí? relató luego el argentino a la prensa italiana.

AQUÍ ACABO

HASTA EL PRÓXIMO JUEVES.