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Un gol del veterano Darío Rodríguez al final de la primera mitad (m.44) puso en ventaja a los uruguayos ante un rival que fue mejor y tuvo más la pelota, pero que no supo penetrar la defensa de los carboneros.
Consciente de su inferioridad técnica, Peñarol planteó un encuentro que debía dirimirse en el plano emotivo, estrategia que tan buenos resultados les había rendido en este campeonato.
Así, empujados por los más de 60.000 espectadores que colmaron el histórico Estadio Centenario, los uruguayos se multiplicaron en el ataque y, sobretodo, a la hora de ahogar la salida de Vélez desde el fondo con un enorme despliegue físico.
Con esa energía, Peñarol logró incluso arrinconar a los argentinos en su campo y gozó de un par de buenas ocasiones de gol antes de los primeros diez minutos de juego.
Sin embargo, los pupilos de Ricardo Gareca se esforzaron en controlar la pelota, tranquilizar el juego y triangular sus pases con precisión y pronto el juego comenzó a girar a su favor.
El juego de toque de Vélez enseguida dejó en evidencia las carencias defensivas de Peñarol, que sin embargo aún seguía empeñado en atacar con todo sin concesiones, lo que se tradujo en una primera mitad entretenida y plagada de emociones en uno y otro lado de la cancha.
El gol de Peñarol, que hasta el momento había sido sensiblemente superado por Vélez, llegó tras un buen saque de esquina de Matías Mier, cuyo centro encontró en el borde del área chica la cabeza del veterano Rodríguez y éste acertó a rematar cruzado sobre el arco de Marcelo Barovero (m.44).
En la reanudación, los uruguayos, acomodados por el resultado, se plantaron mejor en defensa y se dispusieron a salir de contra, mientras Vélez se hacía con el control de la pelota, elaborando pacientemente sus jugadas.
Sin espacios para correr y con Peñarol bien cerrado atrás, Vélez pecó de falta de imaginación y el trámite decayó en ritmo e intensidad, a la espera de ver si los visitantes lograban penetrar el cada vez mayor muro de los uruguayos, o si estos conseguían montar un contragolpe eficaz que liquidara el partido y decantara la eliminatoria.
Sin embargo, ni una ni la otra cosa sucedieron y el encuentro se deslizó hacia el final sin mayor pena ni gloria.