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Diego Tristán (La Algaba, Sevilla, 1976) ya se hacía un nombre en la Segunda División con el equipo filial del Mallorca. En la temporada 98/99 marcaba 19 tantos, y los clubes de Primera anotaban su nombre en el cuaderno posibles fichajes. Era un delantero corpulento, no demasiado rápido, pero con una prodigiosa técnica, fuerte disparo y capacidad goleadora.
Su carrera se había iniciado en el Betis, pero el Mallorca le echó el ojo con 21 años y Tristán hizo las maletas rumbo a las islas. Tras su exitosa temporada en el B, el sevillano daba el salto a Primera División. En la temporada 1999/2000 marcaba 18 tantos dejando su huella también en Europa, llegando a cuartos de final y anotando 5 tantos.
Florentino no quería juerguistas
Con 24 años, le había llegado el momento de dar el salto a un gran club. Un gran promesa que buscaba consolidarse en La Liga. Llega a un acuerdo con el entonces presidente del Real Madrid, Lorenzo Sanz. Tristán iba a vestir de blanco y formar parte de una de las mejores plantillas del mundo.
Las elecciones en el club madridista eran el último escollo que debía salvar su fichaje. Florentino Pérez gana las elecciones y el acuerdo con Tristán queda a expensas de lo que decida el nuevo presidente. Los rumores dicen que Pérez vetó el fichaje por la leyenda de juerguista que arrastraba el sevillano.
Diego rumbeando
A Diego se le cierran las puertas del Real Madrid y se produce un punto de inflexión en su carrera. ¿Qué hubiese pasado si
? Nunca lo sabremos, pero Tristán llegó al Deportivo de la Coruña donde vivió su mejor época.
Tristán se tomó su particular venganza con el famoso Centenariazo, anotando uno de los dos goles de su equipo. El Depor también le daría la oportunidad de brillar en Europa. Hasta 5 temporadas disputó el sevillano la Liga de Campeones, llegando a vivir una apasionante semifinal contra el Oporto. Toda Europa se maravilló con los goles del sevillano como el logrado ante el Milán o al Mónaco.
Pero a Diego no solo le gustaba el fútbol. Su afición por la vida nocturna supuso un problema para Irureta, que veía con demasiada frecuencia como su pupilo llegaba a los entrenamientos demasiado maltrecho. Los ojos vidriosos de Tristán eran famosos por toda La Coruña y algunos aficionados dedicaron versos de homenaje al ídolo:
'Mira lo que se avecina a la vuelta de la esquina viene Diego rumbeando. Con la luna en las pupilas y en su traje agua marina van restos de contrabando...'
Los casinos y los bares eran el hábitat natural del sevillano
el proyecto de crack parecía quedarse en gran jugador. Su oportunidad en el Mundial de 2002 terminaba con una desgraciada lesión en el primer partido de la fase de grupos, y su papel en la Selección nunca llegó a ser determinante.
Tras despedirse del Deportivo, vestiría las camisetas del Livorno y del West Ham United. Volvía a España para poner fin a su carrera en el Cádiz en 2011. A su llegada al equipo andaluz, no dudó en atajar los rumores sobre su vida: 'Ahora, a entrenar y a casa. Un niño te cambia la vida'.
Diego Tristán, con una familia a la que cuidar, enterraba su pasado de poeta maldito, pero el lirismo de sus golazos se mantendrá siempre vivo.