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La final no merecía un final así. Pero Wilde se encargó de poner la nota negativa de un duelo que, hasta sus goles, había sido un ejemplo de deportividad tanto por parte de los jugadores como de la afición murciana. Sus dos tantos en la prórroga acabaron decidiendo el duelo aunque lo más significativo fueron sus celebraciones. Primero lo festejó con exagerados aspavientos y después dedicó varias miradas desafiantes a la grada del Palacio de los Deportes.
Los gestos, como no podían ser de otra manera, 'calentaron' a una hinchada que rebosó el pabellón murciano y que comenzó a lanzar objetos sobre la pisto. Wilde se convirtió en el protagonista absoluto de los últimos minutos del encuentro y los cerca de 8.000 seguidores locales comenzaron a cantar '¡Wilde muérete!'.
Wilde prontó olvidó las cinco temporadas que jugó en ElPozo Murcia y donde la afición le elevó a la categoría de ídolo gracias a sus goles y calidad. Una afición que le ayudó a hacerse grande, a convertirse en mejor jugador, pero que el brasileño demostró haber olvidado demasiado pronto.