El Alavés ultima el regreso de Mario Rosas

Dani Barroso dejó ayer claro que la ficha senior libre que queda en la plantilla va a ser para un mediocentro y su elección es un viejo conocido de la afición albiazul, Mario Rosas, que jugó en el Deportivo Alavés subcampeón de UEFA, en la temporada 2000-01, con el que ya ha alcanzado un principio de acuerdo. El club y el jugador están ultimando los detalles del contrato, asuntos como las cuestiones de pago, y el fichaje se puede cerrar en breve.

«Es un perfil distinto a los tres centrocampistas que tenemos. Más organizador, capaz de dar ese último pase, de ser un desatascador y de llevar el peso del partido», detalló Barroso sobre el futbolista en cuestión sin desvelar su nombre. Se trata del menudo jugador andaluz, de 31 años, formado en la cantera del Barcelona y que la pasada campaña actuó, sin excesiva fortuna, en Segunda División con el Salamanca.

Sus mejores años fueron en el Castellón, donde coincidió con el director deportivo albiazul. Fue jugador albinegro entre las temporadas 2005 y 2009, en las que ofreció un gran rendimiento, especialmente en la última, en la que jugó 41 partidos y marcó diez goles. Su trayectoria, en cualquier caso, ha estado siempre marcada por la irregularidad.

En el Barcelona llegó a debutar en Primera de la mano de Louis Van Gaal, en el ejercicio 97-98, en el que marcó 18 goles con el filial blaugrana, en Segunda B. Pero no terminó de dar el salto y en julio del año 2000 recaló en el Alavés, en la máxima categoría, a cambio de cien millones de las antiguas pesetas y con un contrato por cuatro temporadas. Su juego, sobrado de técnica y escaso de físico, llamó la atención durante la pretemporada, pero después fue relegado a la suplencia por Mané y sólo participó esporádicamente en un año histórico para el conjunto vitoriano -jugó en UEFA ante el Gaziantepspor y el Lillestrom-.

Brillante en Castellón

Al año siguiente fue cedido al Salamanca, en Segunda, donde sí jugó con asiduidad, pero el técnico albiazul seguía sin contar con él y en la pretemporada de 2002 fue apartado del equipo y condenado a entrenar con el filial. Así, en octubre de ese año se desvinculó del Alavés y comenzó una época de vaivenes en la que coqueteó con el Fulham, entrenó con el Numancia y jugó algún partido con el Nástic, en Segunda B, para acabar en el Cádiz, donde sólo estuvo una temporada.

Su bajo rendimiento le hizo bajar de nuevo un peldaño para enrolarse en las filas del Girona, en lo que se antojaba una cuesta abajo irrevocable. Pero su fútbol fue madurando y encontró un hueco en el Castellón, donde por fin pudo dar rienda suelta a toda la calidad futbolística que se le suponía y nunca llegó a explotar antes. Lo hizo en su segunda temporada en Castalia, cuando retrasó su posición y asumió toda la responsabilidad organizativa.

«Cuando eres más joven tienes deseos de sacar el mejor pase sin pensarlo y me jugaba todos los balones. Ahora ya sabes que hay cosas que no puedes hacer en determinadas zonas del campo», apuntó entonces como una de las claves de su crecimiento. Así se hizo un nombre en Segunda, pero su posterior fichaje por el Murcia (2009-10) no dio los réditos esperados.

Allí pasó de fichaje estrella a defenestrado y nunca llegó a parecerse al jugador desequilibrante del Castellón. Tampoco la temporada pasada en Salamanca. Ahora, superada la treintena y de nuevo en Segunda B tras seis años consecutivos en la categoría de plata, tratará de aportar su calidad y criterio en la dirección al Deportivo Alavés.