Eterno Miki Roqué.

Escribo estas líneas en el tercer aniversario del fallecimiento de Miki Roqué. Y lo hago con la frustración que genera el recuerdo de una vida injustamente truncada por la enfermedad, en plena juventud, con todo por vivir.

Más allá de la pérdida deportiva que su enfermedad y posterior muerte supuso para el Betis, que trágicamente dejó de contar con uno de sus más prometedores valores, ya asentado en el primer equipo; la huella de Miki en la entidad está definida por la tremenda pérdida personal para sus compañeros de vestuario y demás trabajadores del club y, sobre todo, por la pérdida emocional para aficionados y seguidores que, tras el diagnóstico, se volcaron en ofrecer ayuda y ánimo al jugador y, una vez confirmada la peor noticia, le han convertido en símbolo y héroe para el beticismo.

Miki Roque, ilerdense de Tremp, se crió como defensa central en los escalafones inferiores de la Unió Esportiva Lleida y en 2005, con apenas 17 años, se marchó al Liverpool. En el equipo inglés llegó a debutar en Liga de Campeones pero luego fue cedido a varios clubes británicos y españoles (Xerez, Cartagena) hasta que en el verano de 2009 llegó al Betiscon un contrato de tres años para terminar de formarse en el filial antes de dar el salto al primer equipo.

Fijo en las alineaciones

Tras la llegada de Mel al banquillo bético, y con el equipo en Segunda División, Miki debutó en el Real Betis en octubre de 2010 y poco a poco fue haciéndose fijo en las alineaciones del técnico verdiblanco. Sin embargo, el 5 de marzo de 2011, con el ascenso del equipo ya casi al alcance de la mano, Miki hizo público que padecía un tumor maligno localizado en la pelvis que le obligaba a alejarse de los terrenos de juego para iniciar un tratamiento quirúrgico. En mayo fue operado con éxito en Barcelona y se trasladó a su localidad natal para continuar la recuperación junto a su familia. Pero el cáncer evolucionó rápida y negativamente y Miki falleció en apenas un año, el 24 de junio de 2012.

Como futbolista, los béticos sólo podremos soñar, imaginar, lo que pudo llegar a ser. Tenía madera de central de categoría, elegante, poderoso de cabeza y con muy buen trato del balón. De haber confirmado su potencial, podía seguramente haber marcado una época en la defensa del Betis. Como persona, todo el que le conoció recuerda que la enfermedad no hizo sino potenciar sus valores: sencillez, sensatez, amabilidad, honradez, sensibilidad? Un muy buen tipo, en definitiva.

Pero la herencia de Miki Roque para el Betis, para el beticismo, va mucho más allá de su inexplorado potencial futbolístico o del gran recuerdo personal que dejó entre quienes le conocieron. Su trágico fallecimiento le convirtió en un símbolo para los béticos, que ahora le recuerdan con el memorial sobre su figura que el club habilitó a las puertas del Gol Norte. La grada le tiene presente cuando corea su nombre en los partidos cada minuto 26, tanto en la primera como en la segunda parte. Su pérdida sirvió para reforzar, sin duda, el sentimiento que cada bético siente por su equipo y por sus colores. Para encontrar un motivo más por el que sentir el orgullo de ser bético y la emoción de vivir el beticismo.