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El Atlético fue profesionalidad extrema.

Thibaut Courtois

Imagen subida por: dvdromero23

El discurso de Simeone no permite levantar el pie ni cuando en teoría se podría. El entrenador argentino sonaría menos creíble cuando lanzara su habitual mensaje que señala el partido concreto (el presente, el que toca) como el más importante del mundo si aceptara un paréntesis competitivo en el frío de San Petersburgo y la intrascendencia de un grupo ya resuelto. La relajación es un virus que hay que mantener alejado, y darle tregua un solo día, por muy justificado que parezca, sería invitarla a volver, decirle que de vez en cuando hay excepciones. Así se comportó el Atlético de Madrid ante un Zenit que se jugaba su supervivencia en la Champions. Reservó a muchos titulares, pero los que jugaron, como siempre, buscaron ganar. No se observó diferencia entre un equipo muy necesitado y otro con los deberes hechos. Es más: hasta se puede decir que estuvo más solidario, más generoso en el esfuerzo, más competitivo, el conjunto del Cholo. Lo del Zenit es alarmante: qué sensación de apatía da tantas veces, cómo se parece su fútbol a la imagen gélida que proyecta su estadio, viejo, poco acogedor, con algunas sillas a las que les faltaría un par de capas de pintura.

Spalletti fue valiente: de nuevo Witsel y Fayzulin en el doble pivote, dos hombres claramente de ataque partiendo de las bandas (Shatov y Hulk) y el llegador Shirokov por detrás de Kerzhakov. Otra vez Arshavin suplente, viviendo aquel extraño momento de su carrera en el que le toca interpretar un papel secundario con el mismo equipo de rodaje con el que una vez fue la figura que iluminaba los carteles. Oleg Shatov, 23 años, firmado del Anzhi cuando el conjunto de Daguestán decidió vender todo lo que podía darle dinero, dio la razón a Spalletti: trazando diagonales hacia dentro desde la posición ideal del antiguo ídolo de San Petersburgo (el costado izquierdo), fue lo más dinámico, lo más vivaz, lo más alegre y vitamínico de un conjunto ruso muy bien maniatado por el Atlético. Los de Simeone dejaron que el rival tuviera la pelota, defendieron concentrados y esperaron para hacer daño a la contra. Así llegó el gol de Adrián tras una maniobra formidable de Raúl García: control, giro, y pase inesperado con el exterior al espacio. El Zenit, pese a los cambios, parecía entregado, pero un centro desde la derecha fue despejado por Alderweireld dibujando una parábola eterna que Courtois no supo calcular. Desafortunado tanto que evitó una victoria que habría subrayado aún más la magnitud de la actitud profesional de los madrileños. El Oporto, viéndolo por la tele, debió sonreír con el 1-1 final. O igual no: seguramente se dio cuenta de que cuando visite el Calderón se encontrará también un adversario que no regala nada ni cuando casi todos los demás suelen hacerlo.

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