Ataque al autobús del Zaragoza

EL autobús que trasladaba a los jugadores y cuerpo técnico del Real Zaragoza a la capital aragonesa tras disputar ayer tarde el partido contra Osasuna fue atacado por un grupo de personas que lanzó varias piedras contra el vehículo. Una de las lunas recibió un impacto directo, provocando la rotura de los cristales y una herida leve al acompañante del conductor, Pedro Matamala, que pese al susto no necesitó asistencia sanitaria.

El ataque se produjo sobre las 21.15 horas en el kilómetro 65 de la A-68, en el término municipal de Tafalla. Los primeros datos aportados por la Policía indican que los atacantes se colocaron en una de las laderas próximas a la autopista, desde donde se lanzaron las piedras contra el autobús del Real Zaragoza. El vehículo no contaba en ese momento con protección policial, ya que el dispositivo de seguridad puesto en marcha por la Policía dejó la escolta poco después de la salida de Pamplona.

Tras el ataque, el autobús, que tenía los distintivos del equipo zaragocista muy visibles en su carrocería exterior, permaneció parado durante media hora hasta que pudo reiniciar el viaje de regreso hacia la capital aragonesa protegido durante unos cuantos kilómetros por vehículos policiales. No hay datos oficiales sobre el número e identidad de los atacantes.

Fue el lamentable epílogo a una jornada en la que una vez más se volvió a ver a los aficionados más radicales de ambos equipos lanzándose insultos y provocaciones durante el partido. El hecho que inicialmente no estuviera prevista la presencia en el Reyno de ultras maños provocó que el encuentro no fuese declarado de alto riesgo -como ha venido siendo habitual en los choques entre ambos equipos en los últimos tiempos-, pero cuando se tuvo conocimiento de que un nutrido grupo de los Ligallos había organizado el desplazamiento, la Policía puso en marcha el plan previsto en estas ocasiones.

Los ultras maños fueron escoltados desde Tarazona hasta que llegaron al estadio de Osasuna. Desde que hicieron entrada en el campo se dedicaron a insultar, lo mismo que hicieron desde el Fondo Sur en cuanto se percataron de su presencia. Pese a lo desagradable que resultó ese cruce de insultos, los ligallos abandonaran el campo sin problemas de orden público.