La suerte dio sentido a la propuesta del Schalke 04.

Julian Draxler.

Julian Draxler.

Fue puro azar la jugada que cambió el transcurso del partido. Corría el minuto 28 cuando Sommer mandó un balón largo hacia Streller que, en teoría, debía ser interceptado por la defensa del Schalke 04. Sin embargo, en uno de esos errores tan clásicos del equipo minero, Höwedes se precipitó al tratar de hacerse con el balón, y dejó al delantero suizo en una posición favorable, prácticamente sin oposición, para que adelantara a los suyos en el marcador. El defensa alemán se vio obligado a pararle antireglamentariamente, de forma tan rudimentaria que se acabó lesionando él mismo. Esa lesión propició que Keller retrasara a Matip, que estaba jugando de mediocentro, al centro de la zaga y que Kevin Prince Boateng pase a jugar el centro del campo. Para ocupar la posición de Boateng entró Szalai, el mismo que a los 30 segundos de salir, con un buen autopase, forzó la rigurosa expulsión de Ivanov que acabó siendo clave en el devenir del encuentro. Fútbol.

La expulsión de Ivanov obligó al Basilea a cambiar radicalmente su discurso. Un equipo, el de Yakin, que, pese a que el empate le valía, saltó al Veltins Arena con una actitud eminentemente ofensiva. Hasta ese momento el partido estaba siendo igualado: el Schalke 04 alternaba ocasiones generadas por buenos momentos de fútbol posicional, liderados por un Draxler que daba sentido a todo y un Farfán estelar, con momentos de fragilidad defensiva que los puntas suizos, especialmente Salah, sabían aprovechar. Se estaba viendo un partido igualado. Sin embargo, la expulsión provocó dos efectos inversamente proporcionales: por un lado era el empujón anímico que necesitaba un equipo tan poco convencido de si mismo como el Schalke 04, por otro, obligó al Basel a replegarse atrás y a desnaturalizarse.

Tras la expulsión, los de Gelsenkirchen se vinieron arriba y asediaron el área de Sommer. Asentados en el campo del Basilea, Uchida y Kolasinac creaban superioridad por los laterales, Meyer, Draxler (¡qué partido! ¡qué exhibición de liderazgo y osadía en un momento tan difícil, con tan sólo 20 años! ¡Qué sensación de absoluta superioridad sobre el resto, de autosuficiencia para generar peligro!) , Farfán y Boateng se inspiraron y, de pronto, la propuesta de Keller, tan ofensiva como demostradamente frágil hasta ahora, parecía tener sentido. El Schalke 04 se creció, se lo creyó y dejó minutos de muy buen juego, pudiendo marcar más de un gol. Así llegó el gol de Draxler, el absoluto hombre de la noche hasta ese momento. En una posesión larga, con el equipo asentado en el área rival, con los dos laterales proyectados y moviendo el balón de un lado a otro, fue Farfán el que acabó asistiendo al 10 minero, que por la superioridad numérica de su equipo llegaba sin oposición para meterla con clase en la red.

Con el 1-0, el Schalke siguió atacando con la misma actitud, intentando mantener algo más el control del balón. Parece coherente que, si no sabes defender ni replegarte atrás, la mejor manera de mantener el resultado es seguir atacando, seguir haciendo lo que te da confianza y para lo que estás diseñado. Eso sí, cada pérdida les comprometía y les hacía sufrir, especialmente cuando Salah corría al espacio. Pero no tardó mucho en llegar el gol que finiquitaría el partido, en clamoroso fuera de juego de Matip. Con 2-0, con un hombre más y con los suizos absolutamente (y justificadamente) fuera de sí por el arbitraje sufrido, los de Gelsenkirchen pudieron controlar el partido con cierta comodidad hasta el pitido final. Queda saber si este partido es el inicio del despegue del proyecto de Keller o un buen epílogo de su estancia en el Schalke 04, ya que hasta hoy se daba por hecho que sería destituido tras el parón de invierno. De lo que no hay duda es que Julian Draxler ha nacido para jugar, sí o sí, partidos de esta relevancia. Todos los años.

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