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La mejor versión del Madrid volvió a aparecer en los albores del tramo decisivo de la temporada. Regresó el equipo coral en el que todos los jugadores ejecutan su rol a la perfección y con una intensidad extraordinaria. Así solventaron el primer partido de su eliminatoria frente al Olympiacos (88-71). Un duelo colosal entre dos enormes equipos que intentaron llevar el duelo a su terreno. El primer golpe lo dieron los blancos y fue contundente, pero esto es un playoff. Se puede hacer largo.
Quizá algo menos con jugadores como Rudy Fernández. El alero justificó su condición de estrella continental delante de otra, Spanoulis. El griego sólo pudo ofrecer destellos, pero qué destellos. El partido y el duelo particular lo ganó el madridista, multiplicándose un día más, disfrutando de su don de la ubicuidad: 20 puntos, seis rebotes, cinco asistencias, tres robos, ocho faltas recibidas y 34 de valoración. Lo hizo todo. Sobre la perfección que alcanzó el Madrid en algunos instantes, destacó él por encima del resto.
Fue una pequeña revancha de la final del año pasado. El partido, a ratos, recordó a aquello. El primer cuarto, por ejemplo. El Madrid voló y el Olympiacos no sabía por dónde se andaba. La intensidad de los blancos le desarboló. Al 0-3 inicial le sucedió un ciclón: parcial de 17-2. Mirotic lideraba el ataque, Rudy hacía trabajo de intendencia y Bourousis era la intensidad personificada pese a jugar con un corte en una mano. Y destacar, por supuesto, a Darden, emparejado con Spanoulis, al que logró anular en el primer cuarto. El genio heleno se fue al banquillo sin anotar, habiendo fallado sus tres tiros y con -5 de valoración. No logró crear y su equipo lo pagó: seis pérdidas y seis robos del Madrid, que jugó a sus anchas.
Todo ello se tradujo en el 27-12 con el que acabó el primer acto. En la final del año pasado, el iban 27-10. Y como entonces, el Madrid sufrió de lo lindo en el segundo cuarto. Los griegos subieron su intensidad y a los madridistas se les agotó la inspiración. Por si fuera poco, apareció Spanoulis y lo hizo a lo grande. Anotó su primera canasta en el minuto 14 (31-21). Acabaría el segundo periodo ya con 12 puntos. Un milímetro le basta para hacer un roto.
Junto a Printezis y el ex estudiantil Simmons edificó un parcial de 8-23 con el que se igualó el choque (35-35). Los fantasmas visitaban el Palacio y los árbitros no ayudaban. Señalaron una técnica a Mirotic por una mínima protesta y sancionaron con simples faltas varias duras acciones de los helenos. Pero el Madrid no se distrajo ante las adversidades. Antes del descanso, emergió Sergio, hasta entonces en estado de hivernación, para mandar a su equipo a los vestuarios con siete puntos de ventaja (48-41) tras un triple casi sobre la bocina.
Solventados los apuros, el Madrid volvió a comparecer con todas las luces encendidas. Y lució por encima de todas la de Rudy. Con mono de trabajo y con frac, esforzándose atrás y desplegando clase delante con entradas sensacionales y triples. Se confirmó un día más como un jugador total y dio alas a su equipo, que se disparó la renta hasta los 17 puntos (68-51, min 29). Contó con la complicidad de Mirotic, que sumó en ambos lados (15 puntos y cinco robos) y una gran defensa comandada por Darden. Extraordinario su labor desde la oscuridad.
Las últimas señales de vida del Olympiacos, las dio, como no Spanoulis. Los griegos llegaron a ponerse a 10 (70-60), pero el Madrid no se arrugó como hace un año. Ahora es un equipo más duro en lo físico y en lo mental. Unas buenas defensas le bastaron para abortar el intento de remontada. Mejri, con un triple (sí, como lo leen), puso la máxima ventaja blanca (81-63). Faltaban cuatro minutos para el final. Momento de firmar el armisticio y pensar en el partido del jueves, que esto es muy largo y hay muchos frentes abiertos. El último, entre Bourousis y Petway en los segundos finales. Esto promete.